Rock, aliens y hamburguesas

(Esto es una crónica desordenada del Festival Alienígena 2019, que nace de las imágenes que me van pasando por la cabeza. El que quiera leer algo más profesional puede acudir al brillante texto de febrero de 2017 escrito por Fernando Soto Roland, publicado por Alejandro Agostinelli en Factor El Blog.)

La Techada se prepara.

I. A lo lejos canta una chica, que después me entero que es la hija de Hugo Bistolfi, un prócer capillense, exmúsico de Rata Blanca y devenido una suerte de Jean Michel Jarré de las sierras. El escenario está lejos; más tarde me acercaré. Parado muy cerca hay un flaco, que mira hacia la chica que interpreta un cover de The Outfield, “Your Love”. Mientras tarareo la canción, no puedo dejar de ver la máscara de alien que el tipo tiene puesta al revés, en la nuca. Es una visión de pesadilla pop, ojos que me miran y no me miran, doblemente vacíos. Aprovecho y le tomo varias fotos, todas oscuras, todas ciegas, que las veo ahora y me provocan un horror que no tiene mucho que ver con lo que sentí en esos días en el Festival Alienígena 2019, en Capilla del Monte, Córdoba, Argentina, la capital mística de la región.

II. Ya pasó más de un mes desde que volviera de Capilla, del segundo Festival Alienígena que me tocó vivir. Recién pensaba que quizás fuera tarde para ponerme a escribir, a horas de mi 50º cumpleaños, pero se me ocurrió que aporrear las teclas quizás sea una buena forma de aprovechar estos últimos momentos de mi quinta década de vida para entrar de lleno en la sexta.
¿Qué imágenes vuelven a mi memoria cuando pienso en esa semana tan particular de febrero? Las noches, la música, el fernet a raudales, las estrellas, los láseres. Releo esas pocas palabras y, casi, me parece estar describiendo un Lollapalooza con acento cordobés. Porque es así: comparado con el FA 2017, siento que hubo mucho menos de “alienígena” y mucho más de “festival”. Los eventos centrales esta vez fueron claramente los musicales, cuando en el caso anterior los disfraces y los desfiles tuvieron mucha más importancia y la Techada fue un protagonista más, el gran marco del acontecimiento. Este año la atención se desplazó hacia el predio municipal Gabriel Suárez, detrás de la Secretaría de Turismo -aquella vieja estación de tren “tuneada” con el estilo pro alien que caracteriza a la imagen pública de Capilla del Monte-.
Y si lo extraterrestre ya no parece ser tan importante en la villa serrana, que paulatinamente fue desplazando su centro de gravedad hacia el misticismo /// Corrijo lo escrito anteriormente: Y si LA IMAGINERÍA de lo extraterrestre ya no parece ser tan importante… Porque hay un hilo conductor entre las visiones de ovnis, el misticismo, el chamanismo, las apariciones marianas y de seres varios. Esto se sabe desde hace mucho tiempo y la primitiva hipótesis extraterrestre, la que afirma que los ovnis son máquinas avanzadas tripuladas por habitantes de otros planetas, ha sido reemplazada por otras, como la que sugiere que se trate de seres de otras dimensiones, o intraterrestres, o incluso de nuestro propio futuro… O de nuestro interior. No importa; lo que sí es claro que la imagen tradicional del extraterrestre quizás haya sido desplazada en el universo capillense, pero cuando llega el momento de atraer al turismo es lo que se sigue utilizando como gancho. No por nada en la entrada del pueblo el cartel que dice “Capilla del Monte” reemplazó la prosaica rueda rotaria por la cara de un grey, o gray (aunque para nosotros sea verde); en la plaza San Martín -allí donde por mucho tiempo estuviera el cementerio- una maqueta metálica de un ovni es uno de los puntos más fotografiados; en la Techada -en realidad, a metros de donde empieza el techo de la Diagonal Buenos Aires- hay un banco con la estatua de un extraterrestre sentado, con un dedo apuntando al cielo, en el nuevo lugar donde todos tienen que tomarse una foto. Por supuesto que yo también tengo esa foto. Lo que quiero decir es que si bien el espíritu de la ciudad ha ido mutando, eso solo se puede notar al ir allí más de una vez, y quizás no como turista, sino como viajero habitual, casi como peregrino, y para “los de fuera” Capilla sigue siendo el Lugar de los Ovnis. Aunque la geografía argentina está plagada de sitios donde la visualización de fenómenos extraños en el cielo sea moneda corriente -pienso en las desérticas rutas de La Pampa, entre otros tantos lugares-, Capilla del Monte es el lugar extraterrestre por excelencia y así se vende al turismo. Cada vez que vuelvo de allá la pregunta de mis conocidos es la misma: “¿Y, viste algún ovni?”.

Las vidrieras….
…y el nuevo amigo.

III. Es curioso pero el momento central del Festival Alienígena, para mí, estuvo al principio. La primera noche, la del viernes 22 de febrero. Porque esa noche tocó Planeador V, la banda que a mi parecer hace los mejores covers de Soda Stereo y de Gustavo Cerati, con todo el respeto y la onda del mundo. Reconozco que no soy muy recitalero y suelo disfrutar la música, como casi todo, en completa soledad. Pero ese concierto me transportó a otro mundo… y nunca mejor dicho, teniendo en cuenta el contexto propicio. Al final éramos una misma multitud por la que corría la misma energía del que para mí -insisto con esta misantropía, este solipsismo- fue el mejor músico de Argentina. “Nada más queda”.

El gran show sodero ceratiano de Planeador V.

IV. Por supuesto que hubo disfraces. ¿Qué sería de este Festival, que empezó como variación del carnaval, sin disfraces? Los desfiles fueron felices pero quizás breves, y con los espectadores más enfocados en el escenario que esperaba al final de la Techada, que en el acontecimiento del desfile en sí mismo, que de última iba a morir al predio Gabriel Suárez, a perderse entre las mesas rodeadas por los foodtrucks y el humo de los patis con cheddar. De todos los trajes que vi destaco dos, o en realidad cuatro que formaron dos situaciones: la chica vestida como una protagonista de un serial de ciencia ficción de la década del ’30 pero con botitas Converse, que llevaba a una mascota sin nombre con una cadena, otro disfrazado; y, por otro lado, dos excelentes representaciones de Kang y Kodos, los babeantes alienígenas de los Simpson. Esta vez el concurso de disfraces no tuvo su lugar propio de consagración, como otros años, cuando se elegían en un escenario montado para la ocasión en las Cinco Esquinas, frente al cine Enrique Muiño y el bar Kafka. No; los mejores disfraces se eligieron en el mismo escenario en el que minutos después iban a sonar las bandas de cierre del Festival. Supongo que a nivel organizativo hacer esto fue más fácil, pero también le quitó algo de personalidad al asunto, e insisto con el desplazamiento de atención de la Techada hacia el predio, hacia la música. Más Festival que Alienígena; no olvidemos esto.
Tampoco oí sonar el otrora hit del FA, el “Cuarteto Alienígena”, la contestación local a canciones como “Calling occupants of interplanetary craft”. Es un tema sencillo, con ritmo cuartetero y sabor a fernet con coca, que funcionaba perfectamente. “Bailemos este cuarteto alienígena, bailemos que el universo es alegría”, machaca el estribillo del tema creado por Christian Bustos, Jorge Ocampo y Martín Fernández.

El cierre del concurso.

V. Después de Planeador V, fueron tremendos los recitales del mencionado Hugo Bistolfi y su banda, y de los también locales Nawwan. Bistolfi comenzó con temas de sus discos conceptuales, como “Viaje al Cosmos”, rara cruza de “Agitor Lucens V” (Arco Iris) con rock sinfónico e incluso con el sonido de Iron Maiden. Pero luego se metió de lleno en los covers, y tocó el gran hit del FA 2019: nada menos que “Mujer amante”. Ahí explotó el público del predio. Puedo imaginar en ese momento el paso a gran altura de un ovni, con sus misteriosos ocupantes asombrados mirando cómo miles personas coreaban un hit de 1991. El doblete fue dos noches después, ya que los grosos de Nawwan, que fueron de The Doors a AC/DC pasando por Depeche Mode, también versionaron a Rata Blanca, y así el viernes y el domingo todos pudimos cantar “¡Uuuuuuuuuuuuh! Debo saber si en verdad, en algún lado estás” como una sola garganta.

Nawwan a full.

VI. No intento con estas líneas absurdas querer decir que el Festival Alienígena estuvo mejor o peor organizado. Solo fue diferente, centralizado en el predio, rodeado por foodtrucks. Eso sí, todo lo demás relacionado con el FA estuvo presente: la “alienización” de las vidrieras, los souvenires extraterrestres, incluso las remeras del Festival que este año se vendieron libremente cuando antes estaban limitadas a la organización y a gente del lugar.
Por estas cosas amo a Capilla y continúa siendo el norte de mi destino, el lugar donde quiero depositar mi pobre humanidad y probablemente mis huesos a la hora de partir a las estrellas.
Escribí hace dos años, en ocasión del FA 2017: “Algunos ufólogos locales no ven con buenos ojos esta ‘vulgarización’ del tema ovni. Creen que se pierde la seriedad del asunto. Pero muchos otros, por el contrario, opinan que es una manera más de que esté en boca de la gente, que es una forma de desacralizarlo. Y que eso no está mal”. Sigo pensando exactamente lo mismo. Los aliens están entre nosotros -quizás seamos nosotros mismos- de maneras que son difíciles de imaginar, pero están. El Festival Alienígena es otra forma de reencontrarlos.

VII. Quizás el mejor momento de la semana fue cuando cenaba en Samadhi y una chica que estaba sentada en la mesa de al lado me pidió permiso para fotografiar el tatuaje de mi antebrazo izquierdo, un ovni abduciendo a un humano.

VIII. Ni loco me quedaba a ver a Kapanga. Lo siento.

31 de marzo de 2019

Marcelo Metayer Escrito por:

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